Dado que los universitarios componen una población expuesta a estresores psicosociales, el estrés académico en particular, puede ser un precursor importante de otros trastornos como los depresivos o ansiosos. Si bien el estrés es una activación fisiológica normal ante las exigencias que enfrentamos, que nos permite funcionar y dar respuesta a ellas, la sobrecarga de exigencias puede provocar una exacerbación de esta activación y dar pie a una sobre-reacción en este ámbito, provocando niveles de estrés moderados o severos que ya no son sanos, sino que dificultan el funcionamiento.
¿Cómo reconocer el estrés?
Es importante tener en cuenta que el estrés presenta fases, según lo descrito por autores como Lazarus y Folkman (1986) y respaldado por múltiples investigaciones. Al principio, en la fase de alarma el organismo comienza a adaptarse a las nuevas demandas, generando algunas respuestas que pueden ser desagradables. En el caso de los estudiantes, ésta fase se manifiesta en un constante estado de alerta, preocupación o activación, además de una sensación de que “la cabeza no para”, ya que cuesta aquietar los pensamientos y ello puede provocar insomnio u otros trastornos del sueño. También puede disminuir la tolerancia hacia ciertas situaciones, temas o personas, aumentando la irritabilidad. Posteriormente, la fase de resistencia implica que el organismo intenta adaptarse a éstas demandas y responder. En esta fase muchas veces el estudiante logra funcionar adecuadamente, a pesar de los altos niveles de exigencia y sin que el cansancio se note demasiado. Finalmente, la tercera y última fase es la de agotamiento, en la que se comienza a notar el cansancio y desgaste. En este momento, el no haber descansado adecuadamente comienza a pasar la cuenta y el organismo puede llegar a cronificar los síntomas de agotamiento, desencadenando otros problemas como depresión y ansiedad. Es lo que actualmente está ocurriendo con muchos estudiantes universitarios, que por los paros debieron terminar el segundo semestre del año 2019 en marzo de éste año y comenzar enseguida el año académico 2020, sin un adecuado descanso entre ambos periodos.
Es importante considerar, que el estrés se puede manifestar a través de reacciones físicas, emocionales y en el comportamiento. Las reacciones físicas pueden incluir somatizaciones, es decir, la derivación de las tensiones o preocupaciones al cuerpo. Entre las más frecuentes están las cefaleas o dolores de cabeza, colon irritable o dolor de estómago, contracturas o molestias en la espalda, cansancio excesivo, sensación de opresión en el pecho, dificultades para respirar o taquicardia en situaciones de exposición académica, insomnio y mal dormir. A nivel emocional, las reacciones incluyen desanimo, desmotivación académica, ansiedad o inquietud constante, problemas para concentrarse o memorizar, irritabilidad, sensibilidad o baja tolerancia a la frustración. Las reacciones a nivel de comportamiento incluyen aislamiento, discusiones constates con la familia o amigos, evasión de responsabilidades o evitación de actividades académicas, faltar a clases, aumentar el consumo café, cigarro, alcohol e incluso la necesidad de utilizar fármacos para mantenerse despierto o activo, para concentrarse o para dormir.
Es relevante estar alerta ante las señales mencionadas anteriormente. Si las reacciones antes descritas provocan un malestar significativo en el o la estudiante, interfieren en su funcionamiento diario y se prolongan por un tiempo mayor a dos semanas, es importante consultar a un especialista.
¿Qué hacer y cómo prevenir el estrés?
Existen estrategias de afrontamiento que permiten reducir y prevenir el estrés académico. En primera instancia es relevante evaluar las estrategias de estudio y organización, ya que ocurre frecuentemente que durante la enseñanza media no fue necesario desarrollar algunas técnicas para obtener un buen resultado académico. Sin embargo, no contar con herramientas básicas en este sentido hace que los estudiantes deban realizar un mayor esfuerzo para desarrollarlas durante los primeros años de universidad, siendo éste un importante factor de sobrecarga y estrés. Por ello, en primer lugar se deben revisar éstas estrategias y modificarlas si fuera necesario, además de comenzar a planificar las actividades y aprender a priorizar, ya que esto ayudará a tener una sensación de control sobre las situaciones, que permitirá aumentar la seguridad en las propias capacidades y el rendimiento.
Por otro lado, es necesario potenciar estrategias de autocuidado, alimentarse adecuadamente, realizar alguna actividad deportiva o recreativa al menos tres horas por semana, dedicar momentos a algún pasatiempo o actividad placentera. Realizar una adecuada planificación debiera dar tiempo a efectuar alguna de éstas actividades.
Otra estrategia es mantener una adecuada higiene del sueño, lo que implica intentar descansar por lo menos siete horas cada noche y no estimular el cerebro antes de dormir, por ejemplo, apagando la televisión, el computador y el celular al menos media hora antes de acostarse. Esto porque el uso de pantallas puede inhibir la producción de melatonina, hormona encargada de regular el sueño, haciendo que exista mayor dificultad a la hora de dormirse, que el descanso sea menos profundo y que al día siguiente la sensación de cansancio sea mayor.
Asimismo, a pesar del malestar y la sobrecarga que se puede sentir, se debe tratar de mantener una actitud positiva y no dejarse llevar por los pensamientos negativos, ya que a veces el excesivo centramiento en los problemas dificulta ver la solución a los mismos.
Finalmente, no podemos olvidar que somos seres sociales y que necesitamos contar con una adecuada red de apoyo. Por ello, generar y profundizar vínculos con la familia y amigos siempre es saludable, sabiendo que se puede recurrir a ellos en momentos difíciles. Por su parte, los padres deben estar alerta ante las señales explicadas anteriormente, intentar brindar apoyo y contención a sus hijos, preguntándoles directamente cómo se sienten, qué necesitan y cómo se les puede ayudar. Si se considera oportuno, se debe recurrir a psicólogos o psiquiatras que orienten y traten oportunamente al estudiante en caso de ser necesario.
© Ps. Zayra Antúnez
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